Una de las primeras palabras que aprendes cuando haces una  carrera relacionada con el mundo empresarial, un máster o comienzas tu carrera profesional es: ESTRATEGIA. Te la repiten varias veces, te explican qué significa y cómo define tu trabajo, el nombre de tu puesto, el tipo de relaciones que se generan, etc.

Por supuesto, todas las presentaciones, proyectos, planes están “alineados con la estrategia”.

Pero. . . ¿exactamente qué significa?

Nos podemos poner a buscar referencias elevadas, ilustradas e intelectuales para quedar bárbaros, citar a Deleuze, a Mintzbeg, a Steiner, incluso a Sun Tzu, pero todo es más fácil: la estrategia para cualquier compañía es seguir creciendo, avanzando,  ganando. . . seguir ganando dinero.

Después viene lo que las diferencia, los “cómos”: el modo de conseguir el éxito, la forma en la que se relacionan las personas que trabajan en ellas, la forma en la que comparten ese mismo objetivo. Es “ese algo” que se percibe cuando entras en sus oficinas, tratas con sus empleados, te reúnes con la dirección, sus palabras y sus actos. Es eso a lo que todo el mundo llama CULTURA.

Y esto, sin descubrir nada nuevo, es lo realmente importante, lo que los empleados respiran, lo que escuchan, dicen, crean, comparten y finalmente hacen suyo. Es la cultura la que define los proyectos, las iniciativas que se van a poner en marcha, la comunicación con el mando y con los equipos y como resultado de todo ello, es ella la que termina definiendo el éxito o no en la estrategia planteada, subyaciendo e impactando absolutamente en todo.

Pero para que la cultura realmente ayude a la empresa a conseguir el éxito en su estrategia, debemos ser coherentes y consistentes con ambos conceptos. Coherentes porque lo que decimos y lo que hacemos debe coincidir y consistentes porque una empresa es una carrera de fondo, en la que podemos desviarnos un instante, parar e incluso cambiar de camino pero los básicos en ambos conceptos deben permanecer.

En muchas ocasiones, se nos llena la boca con términos grandilocuentes y anglicismos: engagement, high potential, key position, transparencia, lealtad, motivación, KPIs, y no nos damos cuenta de que lo realmente importante, es que los empleados perciban, sepan, que lo que les contamos y lo que les pedimos que hagan, tenga un sentido y sea coherente con el proyecto común: con esa visión, con esa misión y con esos valores por los que nos eligieron y, que no deberían ser otra cosa que la línea conductora de cualquier iniciativa que se plantee.

No olvidemos en este sentido que el valor de una compañía es la suma de los esfuerzos de las personas que la componen y, si la cultura que existe no acompaña a esos colaboradores en su viaje hacia la ejecución de la estrategia definida y con ello a conseguir los objetivos fijados, la supervivencia de la misma será difícilmente gestionada.

¿Qué cultura es la buena? Aquella que sea veraz, la que refleje lo que la empresa es, lo que quiere conseguir, cómo va a conseguirlo y lo que va a necesitar para ello.

Al final, todo debe ser más simple de lo que pretendemos, debemos basarnos en definir y asentar perfectamente los “básicos”, desde la honestidad de la Dirección, desde una comunicación efectiva. Trabajar para que «eso» que queremos que sea, se vaya creando, enraizando y creciendo. La cultura se construye, no cambia de la noche a la mañana. La cultura se crea, existe y se modifica con el trabajo constante y honesto de toda la compañía hacia un mismo objetivo.

Me encantaría conocer tu opinión sobre el tema ¿consideras importante la cultura empresarial para la ejecución de su estrategia?